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Los prebióticos son un tipo de fibra no digerible que actúa como sustrato para las bacterias beneficiosas que residen en el intestino. Están definidos como: sustrato selectivamente utilizado por los microorganismos del huésped que confieren una ventaja para la salud.
En el intestino grueso los prebióticos son fermentados por las bacterias probióticas como las bifidobacterias y lactobacilos. La fermentación produce ácidos grasos de cadena corta, como el butirato, nutriente esencial para las células intestinales fomentando un ambiente intestinal saludable ya que promueven su crecimiento y sana proliferación. Al hacerlo, ayudan a mantener un equilibrio saludable de la microbiota intestinal, que es fundamental para el sistema inmunológico, la digestión adecuada y la absorción de nutrientes.
Al aumentar la cantidad de fibra en la dieta, los prebióticos son altamente eficaces regulando el tránsito intestinal, previniendo así el estreñimiento. Además, pueden ayudar a aliviar los síntomas del síndrome del intestino irritable (SII) al mejorar la función intestinal y reducir la inflamación.
Un intestino sano está estrechamente relacionado con un sistema inmunológico fuerte. Los prebióticos promueven la diversidadd y la salud de la microbiota intestinal, lo que a su vez regula la respuesta inmunitaria y reduce la inflamación tanto local como sistémica. Otra función de los prebióticos es la capacidad para mejorar la absorción intestinal de minerales como el calcio y el magnesio.
Estudios sugieren que los prebióticos pueden tener efectos beneficiosos en la prevención y ser coadyuvantes en el tratamiento de enfermedades crónicas como la obesidad, la diabetes tipo 2 y enfermedades cardovasculares. Esto se debe en parte a su capacidad para mejorar la salud intestinal incidiendo directamente en el microbioma, así como , se ha resaltado su papel en la regulación de los niveles de glicemia y el perfil lipídico en sujetos con enfermedad metabólica.
Los fructooligosacáridos (FOS) son oligosacáridos naturales clasificados como una fibra soluble. Se encuentran de forma naturalmente en verduras y frutas pero también se pueden producir a partir de la inulina, que es un polisacárido que se encuentra en algunas plantas.
Colonizan temporalmente el intestino y compiten con microorganismos patógenos por recursos y espacio. Al hacerlo, ayudan a mantener un equilibrio saludable en el microbioma, lo que disminuye el sobrecrecimiento de bacterias patógenas.
Influyen en la composición de la microbiota intestinal al aumentar el número de bacterias beneficiosas y disminuir la presencia de otros microorganismos potencialmente perjudiciales. Esto ayuda a promover un microbioma más diverso y equilibrado.
Interactúan con el sistema inmunológico intestinal, estimulando respuestas inmunitarias beneficiosas. Esto fortalece la función de barrera intestinal y mejora la respuesta inmunitaria local y sistémica.
Producen metabolitos como ácidos grasos de cadena corta, que pueden tener efectos positivos en la salud intestinal y global. Estos metabolitos mantienen un ambiente intestinal favorable y reducen la inflamación local y de otros sistemas funcionales del cuerpo.
Promueven la motilidad intestinal, reducen la permeabilidad intestinal y aumentan la producción del moco protector intestinal. Estos efectos regularizan el tránsito intestinal y previene trastornos gastrointestinales como el estreñimiento y el síndrome del intestino irritable (SII).
La fibra de avena y la fibra de manzana son fuente de fibras solubles e insolubles en el intestino. El papel de la fibra insoluble es el de agregar volumen a las heces y a promover, así, movimientos intestinales regulares, aliviando el estreñimiento. La fibra soluble por su parte, forma un gel en el intestino que ayuda a suavizar las heces, mantenerlas de tamaño evacuable y de esta forma promover la regularidad intestinal.
La fibra soluble presente en las manzanas, especialmente la pectina, ayuda controlar los niveles de azúcar en la sangre al ralentizar la absorción de glucosa en el torrente sanguíneo.
La fibra soluble reduce los niveles de colesterol de baja densidad (LDL) en la sangre al unirse a la molécula y así, eliminarlo del cuerpo. Esto puede reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
La fibra puede ayudar a prevenir enfermedades intestinales como diverticulitis y hemorroides al mantener las heces suaves y mejorando la motilidad intestinal.